martes, 24 de junio de 2008

VIGENCIA DEL FEDERALISMO ARTIGUISTA


El conflicto que desde hace más de cien días enfrenta al campo argentino con el gobierno de Buenos Aires, ha servido para poner de manifiesto la vigencia del pensamiento federal artiguista.
Con asombro vemos como, dos siglos después, parecen volver a repetirse aquellos acontecimientos que desde 1811 y durante casi cincuenta años sacudieron a los pueblos de la cuenca del Plata: esto es, el enfrentamiento entre el centralismo porteño y los pueblos de las provincias del interior.
Dos siglos después, cuando ya pisamos el “año del bicentenario”, asistimos con sorpresa a este renacer de las aspiraciones de las provincias del interior, que ante la voracidad fiscal y la prepotencia del gobierno central de Buenos Aires, han alzado su voz de desconformidad.
Reducir el presente conflicto entre el campo argentino y el gobierno central a una simple reacción de la oligarquía contra un gobierno popular, a un mero enfrentamiento entre “progresistas” y “conservadores”, entre “izquierda” y “derecha”, es una afirmación simplista, propia de quienes conservan una visión dogmática de la realidad, negándose a admitir que la vida es más rica, que la historia de los pueblos no puede reducirse a torpes esquematismos (algo que, dicho sea de paso, va en contra de la propia teoría marxista, de la cual muchos que realizan estas afirmaciones se dicen adeptos).
Los mismos voceros del llamado “sector ruralista” se han encargado de dejar en claro que esta protesta no se limita al tema de las “detracciones”; que también se trata de frenar el creciente proceso de extranjerización de la tierra, de revertir la actual tendencia que lleva a la desaparición del pequeño y mediano productor rural, de detener el despoblamiento de la campaña, y también por la defensa de las autonomías provinciales, por terminar con la sangría de recursos de éstas a la Capital, y ponerle coto a la soberbia y prepotencia de Buenos Aires (el mismo fenómeno ocurre hoy en Bolivia, donde varias provincias defienden sus respectivas autonomías frente al intervencionismo del gobierno central de aquel país).
En esta orilla, paradójicamente, quienes se dicen devotos del pensamiento artiguista, no ocultan sus simpatías por el gobierno centralista porteño, profesando esa visión simplista y esquemática aludida anteriormente (reduciendo todo a un enfrentamiento entre “izquierda” y “derecha”, entre “progresistas” y “conservadores”).
Pecaríamos también de simplistas si no creyésemos que, aprovechando este movimiento, las clases altas de la sociedad rural argentina no tratan de sacar su tajada. Sin embargo, esto no nos debe impedir ver que detrás de estas protestas se defienden intereses legítimos de aquellos sectores que durante décadas han venido soportando en silencio una situación injusta y que hoy no han hecho más que decir “basta” y hacerse oír.
Estamos tal vez asistiendo a un momento crucial de la historia argentina (y tal vez de toda la cuenca del Plata), y para cualquier estudioso de la historia, es apasionante lo que está ocurriendo. Y para aquellos que simpatizan con el actual gobierno argentino y anatemizan a los productores ruales (tratándolos de “derechistas” o “golpistas”), no olviden que en su momento también Artigas fue considerado “fuera de la ley y enemigo de la patria” y puesta a precio su cabeza, por defender y luchar por muchos de los reclamos que hoy los pueblos del interior argentino están haciendo.
Culumna semanal publicada en Diario EL HERALDO, martes 24 de junio de 2008

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