miércoles, 4 de junio de 2008

NO SE QUEJE: SEA SOLIDARIO


Últimamente, la palabra solidaridad se ha vuelto recurrente en el discurso de las principales figuras del gobierno. Ya sea para justificar el último aumento de las tarifas públicas o la creación de un nuevo impuesto, la excusa es siempre la misma: “Hay que ser solidarios; hay que hacer sacrificios por el país o por los que menos tienen”.
Tan importante se ha vuelto la solidaridad, que la misma mereció un tratamiento especial de parte del propio Presidente Tabaré Vázquez en su primer artículo aparecido en su flamante columna “Presidencia Opina” donde, recriminándole a los jubilados y trabajadores que se quejan por la aplicación del IRPF a sus ingresos, concluyó diciendo: “La solidaridad cuesta”.
Claro que este nuevo concepto de solidaridad es muy particular: se exige exclusivamente al ciudadano común, al trabajador, al jubilado, al empresario, al productor rural... A todo aquél que genere ingresos y pueda aportar al fisco.
Ser “solidario” es sinónimo de “progresista”. Si usted acepta sin chistar que mes a mes el Estado le meta la mano en el bolsillo para quedarse con parte de su salario o pasividad, felicitaciones: usted está contribuyendo con aquellos que menos tienen y colaborando con la patriótica tarea de reconstruir el país. Si por el contrario usted da libre curso a su bronca porque lo que cobra no le alcanza para llegar a la primera quincena del mes, pasará a engrosar la lista de aquellos que le ponen un palo a la rueda del gobierno y estará haciénole el juego a “la derecha” que quiere recuperar el terreno perdido. Si lo que gana no le alcanza para pagar la luz, el agua y el teléfono, no se queje, no sea egoísta: piense en sus miles de compatriotas que carecen de esos “lujos” y que aceptan resignadamente su situación.
Si se siente insatisfecho en su trabajo, si considera que no le pagan lo que se merece, no sea resentido: piense en los uruguayos que carecen de empleo o sobreviven como pueden haciendo changas, o en los cien uruguayos que por día se van del país. Si fue víctima de una rapiña o al llegar a su casa se encuentra con que la desvalijaron, no se amargue: piense que el ladrón seguramente necesitaba el dinero o sus pertenencias más que usted.
Si es de los que se sienten presa de un ataque de ira al leer publicados en la prensa los sueldos y demás prebendas que cobran los jerarcas del círculo gobernante, o los viajes al exterior que realizan mes a mes, no sea malo: piense en el sacrificio que esta gente hace; horas y horas calentando un sillón en sus despachos o en el Parlamento, quemándose las neuronas pensando en la creación de algún nuevo impuesto o cómo explicar el próximo aumento de las tarifas públicas para que el Estado siga engordando. Piense en lo estresante que debe ser viajar horas en avión recorriendo el mundo buscando mercados donde colocar nuestra producción. Piense que todo lo hacen con la mira puesta en el país y tal vez así cambie su actual percepción negativa.
No se contra, no se queje; porque, como dice el Presidente: “La solidaridad cuesta”.

Columna semanal, publicada en Diario "EL HERALDO, martes 3 de junio de 2008

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