sábado, 7 de junio de 2008

REGIONALIZACION Y DESCENTRALIZACION

Senador Eber Da Rosa, acompañado por el Ing. José Claramunt.
Dr. Eber Da Rosa
Por supuesto que esta cuestión es todo un gran tema y que junto a otros debe formar parte de esa profunda Reforma del Estado, de la cual tanto se ha hablado y se habla, que el país necesita y que necesariamente, el sistema político, los partidos políticos, los líderes políticos, deberán encarar, ya no en este período de gobierno, que ha sido de mucho ruido y pocas nueces en la materia. Deberán afrontarlo, con coraje, con visión global de los problemas del Estado, recogiendo la rica experiencia del pasado pero delineando y consagrando con decisión, sin miedos y sin cálculos electorales los grandes lineamientos de una reorganización del Estado que tendrá que surgir necesariamente de grandes acuerdos políticos entre líderes y que en muchos casos tendrá que traducirse en cambios en la misma Constitución y en las leyes, ya no para calcular fórmulas electorales de conveniencia antes de una elección, sino para consagrar reformas estructurales en el Estado que permitan al mismo tiempo dinamizarlo, racionalizarlo, modernizarlo y achicarlo.

El régimen de organización jurídico y su división política de territorio ya no responde a los cambios demográficos, a las variantes socioeconómicas, a la dinámica dispar del desarrollo y muchos de los equilibrios territoriales y poblacionales en el Uruguay se han roto desde hace años, pero nuestro natural conservadurismo se niega a admitirlo. Tenemos un Estado burocratizado y centralizado y una subdivisión en 19 unidades territoriales que fueron consagrados en leyes del siglo XIX, en un tiempo histórico y en una realidad socioeconómica, política y cultural totalmente superada por la fuerza de los hechos y las transformaciones en una sociedad con el paso del tiempo.

La misma descentralización, para llevarse adelante necesita que la transferencia de poderes de decisión y de roles de ejecución que ella implica , de funciones y tareas del Estado Central para que sean ejecutadas en forma más eficiente, barata y adecuada a las necesidades de la gente, debe pensarse en el marco de un reordenamiento político territorial que implique que esas 19 unidades territoriales se transformen gradualmente en no más de seis o siete regiones, organizadas a través de ejecutivos regionales y de municipios locales en cada ciudad o Centro Poblado de importancia que hoy ya existen dentro de cada departamento.

La propia experiencia de descentralización llevada a cabo en Montevideo por el gobierno municipal del Frente Amplio desde 1990, es hoy un completo fracaso, porque lo que se hizo fue crear 14 Centros Comunales con funcionarios políticos de confianza, muy bien pagos, pero sin poderes de decisión, sin capacidad de respuesta frente al vecindario y sin recursos propios para poder hacerlo, lo que ha determinado que simplemente sean hoy simples oficinas burocráticas de recepción de quejas y lamentos en formularios que terminan en un cajón o en una papelera y los ciudadanos, cansados de quejas y lamentos, terminan “ a la Uruguaya ” acudiendo a algún amigo en 18 y Ejido para solucionar u obtener respuestas a un problema. Lo que en realidad se necesita es primero que nada un estudio territorial, socioeconómico, cultural y demográfico que permita abarcar toda una gran zona metropolitana que incluya la ciudad de Montevideo y algunas ciudades satélites, ya integradas a la trama metropolitana, a efectos de generar una nueva subdivisión territorial y política en no más de tres municipalidades que tengan cada una de ellas poderes de decisión y ejecución propios, recursos generados en el área de influencia que también les sean propios y obviamente que estén claramente delimitadas. Esto es acercar poderes de decisión y recursos a áreas focalizadas de población y que tampoco signifiquen más burocracia, más Estado sino una racional redistribución de medios financieros, y humanos, así como de equipamiento técnico.

Cuando durante el período de gobierno militar se hizo la experiencia del Plan Norione, abarcando los departamentos del Norte del Río Negro, cuando en la Reforma Constitucional de 1996 se consagró en los artículos 230 y 298 la creación de una Comisión Sectorial y la asignación de recursos para desarrollar planes de descentralización, cuando en 1986 bajo la inspiración de Wilson Ferreira Aldunate se presentó un proyecto de ley que entre otras cosas consagraba la constitución de una oficina de acondicionamiento territorial y entre sus cometidos se establecía la de promover planes de descentralización y criterios y formas de coordinación de recursos y de políticas a nivel de varios departamentos, con una visión regional, para llevar adelante planes de desarrollo y radicación de inversiones públicas o privadas o cuando en la última campaña del año 2004 con la candidatura del Dr. Jorge Larrañaga a la Presidencia de la República en representación de todo el Partido Nacional, se planteó entonces en el programa de gobierno la creación de las llamadas agencias regionales para el desarrollo a efectos de coordinar recursos humanos y materiales entre más de una Intendencia Departamental y el Gobierno Nacional; en todas esas instancias se estaba visualizando la necesidad de regionalizar y descentralizar. Por supuesto que no se consagró a texto expreso tal idea o por lo menos en toda su extensión. Pero es evidente que se ha ido planteando poco a poco una visión del Uruguay que implica tener la voluntad de encarar Reformas Estructurales profundas. Esto es válido como lo hemos planteado antes no solo para nuestro interior sino también para hacer manejable una realidad de macrocefalismo montevideano que nadie ignora en este país.

No se cuando, pero más temprano que tarde , estas Reformas se tendrán que poner encima de la mesa y a estudio de los equipos técnicos de los partidos, porque tampoco se trata de voluntarismos o de simple improvisación y por supuesto se necesitará visión de futuro, decisión política y grandes consensos entre los líderes políticos. Y quien ejerza el máximo liderazgo que obviamente será el Presidente de la República, deberá primero que nada conocer y entender de estas cosas, tener coraje para protagonizar cambios profundos, aportar experiencia y conocimientos en estos temas y a su vez tener la juventud y el empuje renovador para poder ser el articulador indispensable en la diversidad del escenario político y de las tendencias de opinión y por supuesto, no caer en fetichismos ideológicos ni refugiarse en la soberbia intelectual ni en viejos dogmas o concepciones del pasado, que están lejos del alma de la gente. Como decía Alexis De Tocqueville “ ningún hombre puede luchar con ventaja contra el espíritu de su tiempo y su país, y, por muy grande que sea su poder le será muy difícil lograr que sus contemporáneos compartan y se contagien de sentimientos e ideas si estas son contrarias a la tendencia general de sus esperanzas y deseos ”.

Por supuesto que no es fácil la tarea por delante, supone recrear un nuevo esquema y romper moldes muy arraigados en la sociedad uruguaya, tampoco es una tarea para hacerla en poco tiempo y por meros instrumentos jurídicos. Definitivamente el viejo y enriquecedor aporte Batllista que moldeó en buena parte el Uruguay del siglo XX se fue quedando sin respuestas a muchos de los nuevos desafíos uruguayos. Y a su vez la izquierda nacional, que logró unificarse y hasta llegar al gobierno después de tanta lucha, lo hizo, en una de las tantas paradojas de la historia, cuando perdió las referencias ideológicas y mientras algunos se refugian en las viejas concepciones Marxistas de la lucha de clases y del centralismo burocrático y estatizante, otros tratan de abrirse a la cultura del libre mercado amparados en tiempos coyunturales favorables por los buenos precios de los comodities que exportamos al mundo desarrollado. Es claro que habrá que discutir y estudiar mucho, habrá que consensuar, pero son precisamente ideas, sueños y desafíos para los que en este país existe desde hace más de 170 años ese instrumento que es el Partido Nacional.
Fuente: LA DEMOCRACIA

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