lunes, 16 de marzo de 2009

¡Wilson!

Lo estoy viendo en su último discurso parlamentario pregolpe culminado con un grito estentóreo exultante de su alma blanca: ¡Viva el Partido Nacional!
El hecho es señalable porque sin prejuicio de su calidad de oriental, emanaba naturalmente su origen ideológico oribista. Tanto que en la realidad futura queda marcado a fuego no sólo la defensa de la Carta Magna sino en su vuelta a riesgo de ir preso como mínimo, o sea corriendo riesgo su propia vida, al pacificar la patria reivindicando el Estado de Derecho.
El libertador Oribe, obligado a exiliarse en su tiempo por la presión colorada, dio el ejemplo de volver a la patria ofreciéndole a Venancio Flores (pacto de caudillos) la pacificación nacional deponiendo la propia oferta de Flores de ser presidente, por la paz de la nación fiel a ese mandato Wilson también depone su legítimo derecho a la candidatura de su patria oriental, similitud con la actitud del prócer. ¡Grandeza propia de los blancos!
Su exilio fue una suerte de persecuciones en el largo trayecto de luchas desiguales en base a sacrificios y riesgos vitales. El desgajamiento de la familia privado de ver crecer a sus nietos y lejos de hijos y amigos. No es lo mismo por cierto, el “calor” del pago en el afecto del abrazo diario de los suyos en la tierra amada, que el trato con gente de otras latitudes, costumbres, idiomas y sentimientos que por cordiales que pudieran ser, como extranjeros eran extraños a su idiosincrasia y sentimientos nacionales. Justo es consignar que los blancos que podían viajar, siempre trataron de rodearlo.
El caso más dramático fue el de Buenos Aires, cuando la Federal lo fue a buscar a la localidad de Azul para darle el mismo trágico fin con que llevaron al Toba y a Zelmar, donde residía con su esposa Susana y su hijo Juan. Varios blancos, a riesgo también de vida fueron a advertirle rodeándolo hasta la capital donde terminó exiliado en la embajada de Austria, después de varias y riesgosas peripecias.
Posteriormente en la cárcel de Trinidad se repite el hecho de ser sólo los blancos los que están a su lado mientras los demás partidos y “personalidades” políticas aprovechan reunirse y pactar sacando ventajas espurias de su prisión, repartiéndose el poder en un ramplón oportunismo vergonzante.
Su grandeza marca como uno de sus “ítems” mayores, cuando después del reparto lo liberan y en la explanada municipal contra las predicciones de los agoreros opositores y enemigos, expone su oración de paz y garantías institucionales al país como también a los que justamente se habían aprovechado de su prisión obligada. Cumplía sin dudas con el mandato del libertador Oribe en la reconstrucción de la Carta Magna y el orden establecido. Sería reiterativo repetir su brillante parlamento y su obra al frente del Ministerio de Ganadería y Agricultura. Baste recordar la creación de la Estanzuela y su proyecto de Reforma Agraria.
Unico con el de Artigas y Oribe, científicamente hecho, seriamente y con realismo para el país. Todo esto sin perjuicio de la creación de “nuestro compromiso con UD” donde plasmó su ideario moderno que dejó obsoletos todos los proyectos ideológicos de la izquierda que repetían viejos esquemas ajenos a la realidad nacional.
Por supuesto las calumnias y diatribas llovieron generosamente. La derecha batllista y colorada lo tachaban de comunista y la izquierda dominada siempre por una visualización extrangerizante vomitaba falsedades y canalladas tales como que lo financiaba la ESSO con faltas éticas inexistentes. Nadie le puede quitar a Wilson su calidad de oriental y blanco de cuna en todo el desarrollo de su heroica existencia.
Siguió el trillo del padre libertador Oribe, de Leandro Gómez, Saravia, Herrera y tantos otros que jamás se rindieron ante filosofías y violaciones de nuestra soberanía oriental y americanista y mucho menos con dictaduras extranjeras de signo foráneo, admirando “barbas” ajenas que nada tienen que ver con nuestro suelo patrio. Tenemos nuestras propias “barbas”.
En la heroica Paysandú, en la Revolución de las Lanzas de Timoteo, las de Aparicio Saravia entre otras varias, señalan ser los blancos los únicos en materia de revoluciones sociales e ideas que han tomado las armas y expuesto sus vidas, no por el poder en sí, sino por principios (voto secreto, representación proporcional de las minorías y demás etcéteras), y defensa de la Constitución y la ley como la culminó Wilson. Hoy Wilson es un histórico ideológico para las generaciones futuras, que edificó con su vida y ejemplos una permanente visualización moderna de la política nacionalista.
¡Viva Wilson!
Por Leopoldo Amondarain Convencional del Partido Nacional

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