sábado, 22 de marzo de 2008

¿Por qué no te callas?


JAVIER GARCÍA

A los viejos de la Suprema Corte tenemos que hacerles caso, qué vamos a hacer", dijo despectivamente el senador Mujica esta semana en referencia a la inconstitucionalidad del IRPF que la justicia dictaminaría.

Si en su momento hubiera existido una Corte independiente actuando en un estado de Derecho, integrada seguramente por otros "viejos", ni a Mujica, ni a nadie, se le hubieran violado sus derechos humanos. El tema no es si me gustan sus decisiones, sino si se toman de acuerdo a la ley y a la Constitución. Esa obligación doliente que trasuntan sus palabras, pero que no es otra cosa que el normal funcionamiento de la República, fue por lo que tanto peleamos durante 12 años.

En la dictadura funcionaba un ministerio de Justicia que recibía órdenes en los cuarteles. A aquélla que de justicia sólo tenía el nombre, hubiera correspondido tratarla con desprecio, pero no a esta de hoy, y menos por un senador.

En línea con ese tono tan soberbio, que a veces se pretende vestir de profundo e inteligente, el mismo legislador defendió el IRPF a los jubilados calificando a éstos de "viejos platudos". El impuesto impugnado grava a las pasividades a partir de los diez mil pesos aproximadamente. El sueldo del senador supera en nueve veces esta cifra y si se le suma lo que a su hogar se asigna por el sueldo de senadora de su señora, esto se duplica. Se ha informado que una parte la destina al MPP, lo que en definitiva decide él y es una forma de hacer política con "su" dinero y está dirigido a mantener "su" poder. Es tan legítimo destinar el salario a hacer política como para otros trabajadores lo es ayudar a sus hijos o para un jubilado tener un digno pasar. No sea Catón, Mujica.

Pero la cuestión no es si cobran más o menos, sino si es constitucional o no lo es. No es si son viejos o jóvenes, es la Justicia. Mujica, gozando de una permisividad que la ciudadanía a otros no otorga, se ha tomado el derecho de agraviar y desacreditar. Empezó su carrera en la materia con un prestigioso periodista a quien trató de nabo. La técnica es conocida, porque si el agravio pasa sin ser censurado, inhabilita de futuro a quien lo recibe.

Habla de todo y paya la mayoría de las veces. Tiene impunidad verbal. Le dije a un comunicador, no hace mucho, que en los informativos aparece en todos los bloques y que sólo le faltaba dar el pronóstico del tiempo. Hasta recetas de cocina ya enseñó en una oportunidad.

Suele posar de blanco, aunque nadie lo recuerda militando en el Partido Nacional. Pero de tan repetido el cuento, se transformó en verdad.

Nadie puede negar la popularidad que tiene, pero nada de eso le da patente de corso. Si un político cualquiera tratara de nabo a un periodista, cosa que luego reiteró con una profesional, ¿qué le dirían al que lo hiciera? Si un legislador de la oposición hablara de los "viejos" de la Corte, ¿pasaría desapercibido? ¿Por qué entonces admitimos para uno lo que al resto se censuraría?

Un día siendo ministro afirmó que si el dólar caía por debajo de 22 pesos renunciaba, por supuesto siguió atornillado a pesar de su palabra.

Se sumó en los últimos días a los homenajes a Wilson, claro no recordó que él y los suyos lo acusaron en 1971 de estar financiado por la ESSO.

El tiempo pasa, pero la soberbia de creerse el dueño de la verdad no. Esa misma soberbia que años atrás lo llevó a querer imponer sus ideas por la fuerza, generando sufrimiento en un Uruguay que todavía no lo escuchó pedir perdón. Cámaras no le faltarían.
Columna publicada en el Diario "EL PAIS" sábado 22 de marzo de 2008

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