viernes, 14 de marzo de 2008

'El proyecto de Wilson tiene vigencia absoluta; él lo mantuvo hasta el final' Carlos Luppi.


Puede afirmarse que estamos en presencia de la primera biografía integral de Wilson Ferreira Aldunate, que abarca toda su trayectoria y su peripecia vital, desde sus orígenes en el Nico Pérez de la segunda década del siglo pasado, hasta sus últimos días en marzo de 1988.

JULIO GUILLOT ­

-El libro, en realidad, se escribe solo. Yo milité junto a Wilson desde 1970 y tuve siempre mucha cercanía como militante universitario (Wilson consultaba mucho a los jóvenes, particularmente a los estudiantes de Ciencias Económicas), y eso generó una proximidad muy grande. Yo fui guardando papeles, editoriales, cartas, cosas inéditas hasta ahora y recogidas en el libro. Wilson pertenece a todos los uruguayos, y ahora, despojado de toda cuestión partidista, se puede hablar de Wilson y de su legado. Escribí mucho sobre Wilson, en publicaciones diversas, y al fin me decidí a juntar todo en un libro, entre otras cosas porque estoy cansado de falsedades, bastardías, errores, confusiones, y quiero que haya una versión documentada del Wilson que vivimos nosotros, los jóvenes de los setenta. ­

-De acuerdo con lo que usted acaba de decir, debo suponer que su libro contiene aportes nuevos sobre la personalidad de Wilson. ­

-Desde luego que sí. Incluso me ha dicho alguien que este libro va a cambiar la forma de ver no sólo al personaje, sino también al período histórico, porque mi libro en primer lugar contiene datos e informaciones que nunca se trataron académicamente; por ejemplo, el hecho de que Wilson se inicia en política a los catorce años, recién llegado de Melo, luchando contra el golpe de Estado de Terra. Luego su militancia en la Agrupación Nacionalista Demócrata Social de Quijano, junto a Arturo Ardao, Julio Castro y Juan Carlos Labat. Y pasa trabajando en "Acción" (el primer semanario de Quijano) y luego militando y escribiendo en "Marcha", nueve años.

-­Quiere decir, entonces, que ese período de la vida política de Wilson ha sido olvidado o soslayado.

-­Yo diría que nunca se ha hablado de eso. Con excepción de Ardao, que publicó dos artículos en "Cuadernos de Marcha" poco antes de morir, sobre el Wilson adolescente y su iniciación en la vida política. Pero claro, "Cuadernos de Marcha" era una publicación muy intelectual, de poca difusión. Los grandes medios de difusión masiva nunca mencionaron el hecho de que Wilson empezó su militancia junto a Quijano. ­Creo que la diferencia entre su libro y el recientemente editado de Diego Achard es que en el suyo se abarca toda la vida de Wilson. ­

-Exactamente; ésta es una biografía integral, completa. Incluso saco alguna conclusión de lo que ocurrió durante la primera presidencia de Sanguinetti, época en que muere Wilson.

-­Ya que menciona al líder colorado, me da la impresión de que lo trata con dureza. ¿Es así? ­

-Sí, me han dicho que lo trato muy duramente. Sin embargo, he leído artículos, incluso en medios internacionales, en órganos de prensa muy serios, cosas mucho más duras sobre el doctor Sanguinetti; he leído acusaciones tremendas. Lo que yo reflejo en mi libro ­tal vez en razón de mi formación profesional­ son los datos de la gestión económica de ese gobierno. Lo que hay allí son cifras incontrastables: el doctor Sanguinetti termina su mandato con un abultadísimo déficit fiscal y con un problema de carencia de recursos en el Banco Central (reconocido por Ricardo Pascale), termina con un desbalance muy grande y con algo que yo señalo especialmente: con un atraso cambiario que se prolonga por muchos años y que está en el origen de la crisis de 2002. ­

-Está claro. Pero volvamos a Wilson y al descubrimiento de sus facetas soslayadas. ­Son muy pocos los uruguayos que conocen los comienzos militantes de Wilson contra la dictadura de Terra, y eso es ya es toda una definición muy grande dentro de lo que es la historia nacional y la historia del Partido Nacional.

-Y también la postura de fervorosa militancia a favor de la República Española, de un antifranquismo virulento; del mismo modo, hay que destacar su adhesión a la causa de los aliados contra el nazi-fascismo. Llegó a enrolarse para combatir contra las potencias del Eje. Y hay también un documento muy valioso que me dio Ardao, una información de "Acción" (el semanario de Quijano, el diario de Luis Batlle aparecerá después) sobre un congreso de la Juventud Nacionalista Independiente realizado en Durazno en el año 37 (plena dictadura de Terra), al que concurrieron 2.500 personas que debatieron intensamente. En la Declaración final, firmada por Wilson (que tenía 18 años), se condena a la Junta de Burgos, se reafirma el antiimperialismo, se aprueba la reforma agraria, se votan medidas de protección a la banca. Con esto quiero decir que hay toda una génesis ideológica de Wilson que Ardao analizó en sus artículos, que no es el Wilson de los últimos años, que nos es presentado como un viejito bueno que promovió la gobernabilidad, y la gobernabilidad era dejar que Sanguinetti hiciera todo lo que quisiera. ¡Y eso no fue así! Si uno lee los editoriales, si uno ve las interpelaciones promovidas por Wilson, si se piensa en la lucha terrible de Wilson en el tema de las amnistías...se percibe claramente que es falsa la imagen que pretenden crear. ­

-¿Qué otros aspectos de la trayectoria de Wilson revela su libro? ­

-Hay testimonios de Fernández Huidobro, de Marenales, de Rosencof, sobre lo que fue la guerra, los intentos de Wilson de pacificar el país que nunca trascendieron públicamente; las intensas gestiones de Wilson para lograr la paz. En el año 71 Wilson decía: "Hay que parar la sangre. Porque hay un error que es considerar que los muertos se compensan, y los muertos nunca se compensan: los muertos se suman". Wilson quiso parar la sangre y no lo dejaron. ­Tengo entendido que en eso coincidía con Zelmar Michelini. ­Desde luego. Precisamente, lo que sí es una novedad casi absoluta es el proyecto político que tuvieron Wilson Ferreira y Zelmar Michelini en Buenos Aires. Entre ambos había una entrañable amistad que había comenzado en 1963, cuando Zelmar (a la sazón integrante del Partido Colorado en la oposición) da su voto en el Parlamento al Presupuesto del Partido Nacional, lo que le valió duras críticas y sanciones de sus correligionarios pero permitió que el país anduviera. Esa amistad de Wilson y Zelmar cuaja en un proyecto político en el exilio en Buenos Aires. Como me ha dicho Rafael Michelini, "qué distintas habrían sido las cosas si Wilson y Zelmar hubieran gobernado el país".

-­A pesar de la inocultable admiración que usted profesa a Wilson, puede decirse que hay un afán de objetividad. ­

-Así es. Lo que no puede decirse es que sea un libro complaciente. Allí están recogidas las profundas discrepancias que tuvimos con Wilson. El grupo en el que yo actuaba lo instaba a patear el tablero en 1972, a no acatar la proclamación de Bordaberry porque las elecciones habían sido fraudulentas. Y él nos decía que primero estaba la estabilidad de la República. ­Inevitablemente pienso en el año 72, cuando Wilson acompañó en el Parlamento el Estado de Guerra interno y la Ley de Seguridad del Estado. ­Es cierto. Nosotros estábamos en contra y le pedimos que no votara la Ley de Seguridad del Estado porque el gobierno de Bordaberry no ofrecía ninguna garantía. Bueno, después Wilson se arrepintió y reconoció el error públicamente. Pero el episodio más doloroso fue sin duda la Ley de Caducidad. En el libro está documentado todo el proceso que llevó a Wilson a promover la Ley de Caducidad. Wilson llega a la Ley de Caducidad presionado por un proyecto sanguinettista que implicaba la amnistía irrestricta de militares y civiles culpables de violaciones a los derechos humanos. Por otro lado, temía que hubiera rupturas o disidencias y que algunos parlamentarios blancos votaran el proyecto de Sanguinetti, con lo cual, si así hubiera sido, nunca se hubiera podido encarcelar a nadie. En fin, fueron momentos de gran tensión que están registrados sin omisiones en el libro. El nunca estuvo contento con la solución al problema, y hay coincidencia en suponer que eso fue lo que le causó el cáncer que finalmente lo mató; el cáncer fue una somatización del disgusto. ­

-Según usted, la caducidad no fue una amnistía. ­

-De ninguna manera. Gracias a la exclusión de los civiles, hoy está preso el dictador Juan María Bordaberry. Lamento que no haya sido procesado por atentado a la Constitución, porque fue él quien incurrió en ese delito de manera diáfana. La Ley de Caducidad, de la que muchos estuvimos en contra ­y seguimos estando en contra­ fue la solución que Wilson vio como forma de asegurar la paz y la estabilidad, y eso le costó la vida. ­

-Para terminar, recordemos que el libro expone con claridad el proyecto económico-social de Wilson. ­Para Wilson había reformas estructurales que debieron llevarse a la práctica hace cincuenta años.

-La reforma agraria, por ejemplo, que todos los países desarrollados implementaron hace muchos años; la nacionalización de la banca, como la quería Wilson. A mí me catalogan de atrabilario por estar a favor de la nacionalización de la banca; pero yo digo: ¿Cuántas veces hemos comprado la banca? La compramos en el 65 (en rigor, la pagamos), en el 82, en el 87, en el 2002, y sin embargo, los uruguayos no manejamos la banca. El proyecto de Wilson no tenía nada que ver con una estatización al estilo soviético, por supuesto. También está el control del comercio exterior, para que no se vayan del Uruguay casi mil millones de dólares como se fueron el año pasado, y en vez de eso se inviertan en el país. El proyecto de Wilson tiene una vigencia absoluta y él lo mantuvo hasta el último momento de su vida.

QUIEN ES CARLOS LUPPI

Nació en Montevideo en 1953, es contador público y licenciado en Administración; está casado y tiene dos hijos. Ejerció los cargos de director de Recursos Materiales del Ministerio de Salud Pública, contador central del Ministerio de Educación y Cultura, director del Programa BID-Pymes de la Corporación Nacional para el Desarrollo y director de Dinamype. Ha escrito y sigue escribiendo en varios medios. Desde Mayoría y Opinión Nacionalista a comienzos de los setenta, hasta Caras y Caretas y El País Cultural en la actualidad, pasando por La Democracia, Propuesta, Cuadernos de Marcha, El País y El Observador. Ha publicado varios trabajos académicos. Entre ellos, cabe destacar "Un proyecto Nacional para el Uruguay Democrático" (1984), "Contribución al diseño de una Política Nacional de Informática para el Uruguay" (1988), "Contribución al estudio del gasto público en Minoridad" (1991), "El programa BID-PYMES. Un instrumento de Política Nacional para la Micro y Pequeña Empresa" (1993). Proveniente de un hogar colorado, conoció a Wilson Ferreira en 1970 y desde entonces militó junto al caudillo blanco y lo asesoró hasta la muerte de Ferreira en 1988. Fue fundador del Movimiento Universitario Nacionalista (MUN), presidente de la Juventud del Movimiento Por la Patria, representante personal de Wilson en el exterior; fue asimismo fundador del Celadu y corredactor de varios programas del Partido Nacional. Tuvo un vínculo muy estrecho con el líder blanco que le permitió acceder a datos, informaciones y documentos, así como a conocer al caudillo en su intimidad. De ahí el valor de los testimonios recogidos en este libro.

LA CITA ES ESTA NOCHE Esta noche, a las 19:00, en el Salón de Fiestas del Palacio Legislativo, tendrá lugar la presentación oficial del libro "Biografía de Wilson. Una comunidad espiritual", editado por Sudamericana. La ocasión será propicia para oír a los presentadores, se trata nada menos que del rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arocena, el director de la Biblioteca Nacional, el abogado y escritor Tomás de Mattos, y el profesor Gerardo Caetano, historiador y autor del prólogo del libro. La figura de Wilson Ferreira trasciende las estrechas filas partidarias para adquirir alcance nacional y pertenece a todos los uruguayos, más allá de adhesiones políticas. Es lo que ocurre con los verdaderos grandes, con aquellos que por encima de mezquinos intereses personales o partidarios se jugaron enteros por el país. Es el caso de Oribe, de Leandro Gómez, de Aparicio Saravia, de José Batlle y Ordóñez, de Baltasar Brum, de Julio César Grauert, de Emilio Frugoni, de Líber Seregni, todos ellos merecedores del respeto de todos los orientales. Carlos Luppi. A 20 años de su muerte, otra visión enriquecedora sobre el último gran caudillo

Extraído de Diario "LA REPUBLICA", jueves 13 de marzo de 2008

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