martes, 20 de mayo de 2008

ÉTICA Y LEGALIDAD


La semana pasada una nueva polémica se desató en torno a la Intendencia a raíz de la suplencia ejercida por un funcionario municipal en una de las Direcciones de la Comuna. Según trascendió en la prensa, por quince días en que dicho funcionario ejerció la suplencia cobró (por concepto de diferencia de sueldo) un monto que rondaría los $5000. De inmediato el tema concitó el interés de la oposición, que a través de algunos ediles decidió elevar pedidos de informes a la Intendencia para interiorizarse del asunto.

Según los jerarcas comunales se actuó conforme a derecho, por lo que no se habría incurrido en ninguna ilegalidad.

Sin embargo, lo que a veces es aceptable desde el punto de vista legal, puede no serlo desde el punto de vista ético.

Seguramente a muchos que el pasado lunes 12 leyeron la noticia de que un funcionario municipal, por ejercer una suplencia de apenas quince días, cobró $ 5000 (o $ 10.000 de acuerdo a cifras manejadas por EL HERALDO) no les causó mucha gracia (pensemos en la reacción de un jubilado que cobra $ 2200 al mes o un policía que arriesga su vida todos los días por menos de $ 5000, por citar un par de ejemplos).

Desde el punto de vista legal, el funcionario en cuestión estaba en todo su derecho de cobrar algo que le correspondía. Desde el punto de vista ético empero (más si tomamos en cuenta los niveles de pobreza y desempleo que tiene hoy el país) el asunto puede ser discutible.

Pero, ¿qué es la ética? Podríamos definirla como el conjunto de normas interiores a cada hombre mediante las cuales éste es capaz de discernir cuáles conductas son buenas y por tanto dignas de realizarse, y cuáles son malas y por tanto reprobables. Hablar pues de ética, es hablar del bien y del mal.

Otro ejemplo: desde el punto de vista legal, un gobernante puede nombrar en un cargo de responsabilidad a un pariente cercano. Mas desde el punto de vista ético, este proceder puede parecer reprobable, pues se estaría incurriendo en el “amiguismo” o el nepotismo.

¿Qué es lo marca entonces el límite entre lo ético y lo legal? ¿Cuál proceder de los gobernantes, por más ajustado a derecho que esté, puede ser considerado éticamente reprobable?

Para responder a esta pregunta, tendríamos primero que preguntarnos qué es lo que se espera de un gobernante, qué espera el pueblo de la clase política en general.

La búsqueda del bien común, el bienestar de los integrantes de la comunidad, todo aquello que provea al beneficio de todos, tal es lo que esperan los gobernados de sus gobernantes. Una conducta que apunte al logro de dichos objetivos, es éticamente aprobable. Lo que vaya en el camino opuesto (el político que vive de la política, en lugar de hacerlo para la política) es éticamente reprobable.

Esto se aplica a todos los partidos políticos en general, pero mucho más para aquél que llegó al gobierno haciendo de la ética y la probidad uno de sus principales estandartes. Porque, como dice aquella vieja frase: “La mujer del César no sólo debe ser honesta. También debe parecerlo”.

Columna publicada en Diario El Heraldo, martes 20 de mayo de 2008

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