martes, 7 de octubre de 2008

EL TUPA-ASTORISMO


Una nueva corriente ideológica se abre paso incontenible en la interna frentista, fagocitando a los demás sectores y, desbordando los marcos de dicha colectividad, promete irrumpir de lleno en el escenario político nacional: el tupa-astorismo (no confundir con el tupamarismo).
Desde la ratificación de la dupla Astori – Mujica (o Mujica – Astori, hay que ver cómo se cocina el orden de prioridades en las cúpulas y cuál de las dos cuenta con la bendición presidencial) para encabezar la fórmula presidencial del conglomerado de izquierdas, tupamaros y astoristas han zanjado sus diferencias ideológicas y, en aras de lograr lo mejor para el país (y para los intereses de ambos) trabajar en la confección de un programa de gobierno (recién nos enteramos que han venido gobernando sin un programa).
Para empezar, el Movimiento de Participación Popular cambiará el slogan que encabeza su sitio web en internet (“Por la liberación nacional y el socialismo”), de claras reminiscencias sesentistas, por otra frase más acorde con la nueva coyuntura política (“Por la integración global y el capitalismo”, les tiro una idea) y, de paso, no espantar a sus nuevos aliados que, como se sabe, son partidarios de Harvard y el liberalismo.
Astori por su parte, para ganarse la adhesión de las huestes emepepistas (que deberán tragarse este nuevo sapo y continuar abrazando culebras) ha iniciado una operación de cambio de imagen que lo llevó a sustituir el traje y la corbata en sus presentaciones públicas por una camperita de nylon; el gesto adusto y su tono grandilocuente a la hora de dirigirse a los simples mortales, por la sonrisa bonachona y frases pretendidamente dicharacheras; todo esto aderezado por afectuosas palmaditas en el hombro del viejo líder guerrillero tupamaro ante las cámaras de televisión en toda oportunidad que se le presenta.
Ser tupa–astorista le brinda una gran ventaja a los adeptos a esta nueva ideología cuando a la hora de militar se trata (puede uno hamacarse tanto a la izquierda como a la derecha, incurriendo en constantes contradicciones, pero sin sentir prurito alguno). Por ejemplo, un tupa-astorista puede firmar por la anulación de la ley de caducidad y compartir al mismo tiempo en los actos oficiales el palco con los altos mandos militares; ser antiimperialista y votar en el Parlamento el envío de más tropas a Haití; reclamar cristalinidad y transparencia y votar en contra de la creación de una Comisión Investigadora en el Senado o poner las manos en el fuego por gente procesada por corrupción; postular la reforma agraria y recibir el aplauso de los latifundistas de la Asociación Rural del Uruguay; estar a favor de la clase obrera y votar un impuesto a los sueldos; acusar a la oposición de querer “vaciar las instituciones” y abrazarse a viejos guerrilleros que quisieron derribar un gobierno democrático (cuando Mujica y Huidobro empezaron a los tiros gobernaba el Partido Nacional); abrazar la causa popular y llevar un cómodo estilo de vida burgués (tener un auto cero kilómetro, pasar el verano en el este, practicar el tenis...).
En fin... Si en materia política creíamos haberlo visto todo, Mujica y Astori (o Astori y Mujica) se encargaron de demostrarnos lo errados que estábamos (para fortuna de los politólogos y de quienes escribimos sobre esto).

Alberto Lamaita es profesor de Historia y dirigente de Alianza Nacinal de Florida.

Columna publicada en Diario EL HERALDO, martes 7 de octubre de 2008

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