jueves, 17 de julio de 2008

Ingrid Betancourt


Por Beatriz Argimón

En algunas oportunidades el mundo parece detenerse frente a determinados episodios conmovedores de diferente índole. Eso aconteció la semana próxima pasada cuando a través de medios periodísticos se anunciaba la noticia de la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt secuestrada durante 7 años por la guerrilla de las Pare de Colombia. Sin lugar a dudas, y por suerte, a muchísimas mujeres y hombres a lo largo y ancho del planeta los episodios que conllevan la violencia en sus más diversas manifestaciones para imponer acciones políticas determinadas, merecen el mis absoluto repudio y rechazo. Es por supuesto el caso que con suma claridad y energía manifiesta una y otra vez el Partido Nacional y quisiéramos que sin timidez y enalteciendo nuestra más rica historia en política internacional, pero sobre todo como sociedad democrática por excelencia, nuestro gobierno hubiese manifestado al gobierno del partido del presidente Alvaro Uribe la alegría frente al éxito del operativo de la liberación de Ingrid y el golpe certero a la guerrilla. Pero claro, una vez más, lo que para el Partido Nacional es muy claro, para la fuerza de gobierno donde coexisten actores políticos que a través de las armas atentaron contra un gobierno democráticamente electo, con otros que no duflan en oponerse frente a esos militantes, las cosas por tan cuidadas suelen ser tibias, nada expresivas y carentes de fuerza. Pero evidentemente ciudadanos y ciudadanas del mundo siguieron con alegría la libertad de esta mujer política y de otros rehenes que muchas veces vieron tan lejana. De mas está decir que nos gustaría dejar sentadas en estas líneas la admiración que Ingrid siempre nos ha inspirado y que se agiganta en estos días por e jemplo, cuando escucháramos en su primer mensaje de agradecer a quienes prepararon el operativo de rescate y por supuesto al presidente elegido por la niayoría de los colombianos, dando un a lo largo de sus mensajes ase respaldo absoluto a los valores democráticos y agradeciendo ayudas que pudieran hacerse desde el exterior pero que nunca deben dejar de lado la voluntad del soberano colombiano a través de sus representantes. Ojalá que esta gran mujer dirigente política, que siempre quiso el diálogo constructivo con todas las fuerzas en su país, que vivió y padeció los vaivenes de la actividad política de acuerdo a un contexto histórico de su Colombia que le hizo sufrir durante los 7 años, su cautiverio no solo separada del ejercicio político sino del mundo y por sobre todo de sus afectos, pueda seguir adelante en este nuevo mundo que seguramente ya empezó a descubrir otra vez con sus vaivenes pero por sobre todo vuelva a vivir gozando de la Democracia por la que ella tanto lucha. A Ingrid Betancourt nuestro saludo y deseos de éxito cualquiera sea el camino que inicie.

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