martes, 2 de septiembre de 2008

FUNDAMENTALISMO PROGRESISTA


La prohibición de vender bebidas alcohólicas no sólo en los espectáculos públicos sino también en 500 metros a la redonda de donde se desarrolle el evento; la prohibición de vender alcohol en las estaciones de servicio y otros locales comerciales; la censura a las revistas que publiciten marcas de cigarrillos, son tan sólo algunas de las más recientes novedades en el marco de la santa cruzada moral emprendida por el gobierno progresista del Frente Amplio.
Con la excusa de preservar el bienestar ciudadano y la salud pública, comienzan a cercenarse ciertas libertades. Negando el libre albedrío de los hombres, el Estado pretende asumir el control de nuestras vidas, decidiendo por sí qué cosas le convienen al ciudadano y cuáles no.
A fuerza de decretos y proyectos de ley, se va fijando en el imaginario colectivo la idea de que no es tan malo prohibir algunas cosas, lo que ha llevado a que muchos acólitos del doctor Vázquez terminen aceptando y hasta justificando que les recorten sus derechos y, por ende, su libertad.
Ayer fue el tabaco, hoy le toca el turno al alcohol, y con el pretexto de evitar su propaganda, la censura previa a las revistas. Mañana le puede tocar el turno al pelo largo de los varones (y como en la dictadura, le medirán el cabello a la entrada de los liceos para ver que no toque el cuello de la camisa), se prohibirá a las mujeres el uso de los pantalones y se impondrá la pollera (eso si, que cubra las rodillas), se perseguirá a los homosexuales (como ya ocurrió en otros países en otras épocas), se prohibirá la televisión por cable para no ver los programas ni la propaganda que en los canales extranjeros se hace de las bebidas alcohólicas y los cigarros; se censurará la “mala” prensa que da solo noticias negativas, se quemarán los libros que a juicio del gobierno constituyan un peligro para la seguridad nacional, se prohibirán las críticas a las acciones del gobierno porque ello supondría desestabilizar el sistema, se proscribirá la oposición política porque sólo sirve para molestar, y ya que estamos cerremos el Parlamento, que a fin de cuentas sólo sirve para que un montón de gente se reúna a discutir y perder el tiempo (y lo que es peor, hacerle perder el tiempo a nuestro Excelentísimo señor Presidente).
El fundamentalismo progresista, como otros tantos fundamentalismos que hoy campean por el mundo, pretende instaurar el reino de la moral en el Uruguay, combatiendo los “vicios” de la población.
Pero como todo fundamentalismo viene cargado de hipocresía, ya que los tabúes y las sanciones castigan a la sociedad civil (en particular a los sectores populares) mientras que para el exclusivo círculo gobernante todo continúa estando permitido (los almuerzos en ADM, las recepciones en las Embajadas extranjeras, los brindis oficiales, los viajes por el mundo...).
Como slogan electoral, algunos sectores del Frente Amplio proponen “más izquierda” para el caso de un segundo período en el gobierno.
Viendo como viene la mano, es de temer que un segundo mandato de la coalición de izquierda redunde en más prohibiciones, más recortes a la libertad y los derechos del ciudadano.

Alberto Lamaita es profesor de Historia y dirigente de ALIANZA NACIONAL DE FLORIDA
Columna publicada en Diario El Heraldo, martes 2 de setiembre de 2009

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