lunes, 18 de febrero de 2008

Una tesis de Ripley


Gonzalo Aguirre Ramírez

Un alto jerarca de la UTE cuyo apellido no retuve, -no sé si presidente o gerente del organismo que es el mayor responsable de la crónica crisis energética de nuestro país-, acaba de sostener una tesis absurda. Y, además, reveladora de que desconoce con qué recursos humanos y de cuáles nacionalidades se gestó, ya desde las últimas décadas del siglo XIX, el avance del país en muchas áreas del conocimiento y en el orden material.

Ha afirmado, este señor, que Uruguay no puede apostar a la energía nuclear, como lo han hecho casi todos los países en serio y hasta algunos que dejaron de serlo -Argentina- porque carece de técnicos en esa materia y su formación demorará una década. Por lo menos.

Sin invadir la jurisdicción de mi amigo Carlos Maggi, cuya lúcida campaña para poner fin a los excesos monopólicos de la UTE sigo con atención y merece el reconocimiento público, digo que tal tesis desconoce que, "ab initio", y durante varias décadas más, nuestro Uruguay, al igual que los demás países emancipados del coloniaje español, carecía de técnicos y de profesionales. Había gente que conocía el arte militar y unos poquitos abogados formados en Chuquisaca o en las aulas de Córdoba: José Ellauri, Jaime Zudáñez y Julián Álvarez -entre los constituyentes-, Joaquín Requena, Eduardo Acevedo, Ildefonso García Lagos y muy poquitos más. Los primeros letrados recibidos en el país, en 1857, fueron José Pedro Ramírez y Fermín Ferreira y Artigas.

Los primeros grandes médicos uruguayos, Pedro Visca, Soca, Ricaldoni y Alfonso Lamas, -entre otros-, se graduaron directamente en París o completaron allí su formación. La fundación de nuestra Facultad de Medicina, en 1876, fue encabezada por el Dr. Francisco Suñer y Capdevila.

El primer ingeniero destacado que actuó en el país arribó a nuestra patria a mediados de la década de 1850. Giovanni Zanetti, que así se llamaba, ostentaba dos títulos, obtenidos en la Universidad de Padua: el de ingeniero civil y el de doctor en Matemáticas. Durante dos años midió las mareas del Río de la Plata y estableció lo que por décadas se conoció como "el cero Zanetti", ubicado en la futura estación central del Ferrocarril, dato fundamental para el tendido de las futuras vías férreas. Fue, además, el primer Director de Obras Públicas. O sea, un ministro sin rango de tal, en esa área, entre 1870 y 1890.

Luigi Andreoni, ingeniero milanés arribado en 1877, fue quien, tras estudiar toda la topografía y los cursos de agua situados al este de la Cuchilla Grande, proyectó el trazado de la vía férrea a Minas y a Melo.

Ya en la época de Batlle y por su iniciativa, se me ha dicho, se contrató a profesionales europeos en diversas áreas. Así, entre otros, los ingenieros eléctricos Topolansky, abuelo de la actual senadora y ex guerrillera, y Cerzonovicz (creo que así se escribe), que formaron a nuestros primeros ingenieros de esa especialidad, durante varias décadas.

Y el famoso arquitecto Carré, decano de la Facultad de Burdeos, pasó a ser el decano de nuestra Facultad de Arquitectura. Con él se formaron Vilamajó, Cravotto, De los Campos, García Pardo y otros maestros de nuestra arquitectura.

Alemanes eran los ingenieros que dirigieron la construcción de la represa de Rincón del Bonete, en los años treinta. Y extranjeros, por supuesto, eran los que construyeron la primera red de saneamiento montevideana, ¡antes de 1860!

¡Basta de tonterías, pues!

Si carecemos de técnicos en energía nuclear, contratémoslos. En Europa, en Estados Unidos o donde sea.

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